jueves, 1 de diciembre de 2011

UN CALIPPO PARA EL APOCALIPSIS


El personaje interpretado por Kirsten Dunst en la última película de Lars Von Trier se llama Justine, un nombre cargado de resonancias sadianas. En su día, Napoleón consideró a “Justine o los infortunios de la virtud” como “el libro más abominable jamás engendrado por la imaginación más depravada”. 

Creo recordar que, ya en los tiempos de “Rompiendo las olas” (1996), el cineasta danés había mencionado a la Justine de Sade: para él, el personaje de Emily Watson era, en cierto sentido, Justine –una virtuosa que alcanzaba la iluminación a través del martirio del cuerpo- metida en un melodrama metafísico de Dreyer.


Se suele acusar a Lars Von Trier de maltratar a sus personajes femeninos, pero cada vez queda más claro que las diversas formas de Justine que aparecen en su cine no son más que declinaciones de sí mismo: figuras que parecen somatizar todo el dolor del mundo para acabar alcanzando una Verdad… agresiva, inclemente, brutal.

En este caso, la Verdad es esta: lo más justo que le puede ocurrir a toda vida en el Universo es la aplicación benévola de una Eutanasia Cósmica; o sea, el Apocalipsis.


No hay comentarios:

Publicar un comentario